El panorama del sector automotriz en Norteamérica durante 2025 se vislumbra complejo debido a diversos factores que impactan la producción y distribución de vehículos en la región. De acuerdo con datos de S&P Global Mobility, el entorno comercial y la dinámica de inventarios están experimentando cambios significativos que afectan a los fabricantes y proveedores.
Según informó el Cluster Automotriz de Guanajuato (CLAUGTO), uno de los principales riesgos para la industria es la dependencia de las importaciones de Canadá y México hacia Estados Unidos, que representan el 22% de las ventas en el país. Las tensiones arancelarias, con posibles incrementos de hasta el 25%, podrían reducir la competitividad y afectar la inversión en nuevas capacidades de producción. Este escenario impactaría a fabricantes como Volkswagen, Nissan, Stellantis, Toyota y General Motors, que tienen una alta exposición en la región.
En un comunicado el cluster destaca que, tras cuatro años de ajustes, la industria ha alcanzado un inventario de 2.82 millones de unidades, lo equivalente a una oferta de 46 días. Sin embargo, se observa un crecimiento del inventario superior al de las ventas, lo que está llevando a los fabricantes a reajustar su producción para adaptarse a la demanda real del mercado.
Factores como las tasas de interés y el entorno crediticio también influyen en la estabilización del sector. En términos de producción de vehículos ligeros, Tesla lidera el crecimiento impulsado por el aumento en la fabricación de Cybertruck y Model Y de bajo costo. Stellantis y Toyota también muestran un crecimiento derivado de nuevos programas y la recuperación de la cadena de suministro. No obstante, General Motors, Ford, Nissan y Volkswagen enfrentan una corrección de inventarios y ajustes estratégicos para optimizar su producción.
Las proyecciones de producción en Norteamérica sugieren una estabilidad con niveles que rondarán los 16 millones de unidades anuales hasta 2032. Sin embargo, los fabricantes deben enfrentar retos como la evolución de la demanda, la asequibilidad de los vehículos, la relocalización de la producción y la incertidumbre regulatoria en torno a los vehículos eléctricos.